La verdad es que Estopa ya había evocado en mí una serie de recuerdos, difusos, como un flashback.
Eran tiempos en los que únicamente tenías que preocuparte de llevar todo lo necesario en tu maleta, un móvil del tamaño de un ladrillo en la mochila con saldo suficiente para llamar a casa en esa estancia y poco más.
No sé si sería la inocencia, si eran tiempos distintos (lo eran, el tema es si mucho o poco) o que simplemente, al echar la vista hacia atrás se ve con una lente distinta.
El verano duraba una eternidad en aquel entonces. Si eras buen estudiante (en mi caso aún era así) podías disfrutar tus hermosos 3 meses entre campamentos, piscinas y si cabe vacaciones familiares .
Así volvías luego, más negro que si vinieras de picar en una mina.
Me gustaban los campamentos. Ya no solamente por explotar la sociabilidad casi al máximo, si no porque podías hacer cantidad de actividades que durante todo el año no podías. Por ejemplo, yo solía apuntarme a campamentos con actividades naúticas: vela, windsurf, esquí acuático... Además siempre tenías gran cantidad de juegos (unos más estúpidos que otros, cada uno más divertido que el anterior) para hacer por la noche después de cenar... Vamos, que estabas tela de entretenido durante 15 días que permitían a tus padres descansar un poco de ti. Después a tu vuelta a la ciudad, comentabas con tus amigos que también habían ido todos los detalles de tu aventura, generándose así envidias ingenuas del tipo "oh, tenía que haber ido yo a ese también"
Quizás eran buenos tiempos porque no había preocupaciones.
Lo único que sabemos es lo que fue y lo que es, no lo que será.
Quizás lo que será, vuelve con esa felicidad, ingenuidad y despreocupación con la que vivías esos veranos, esperando que no acabasen jamás, deseando no volver nuevamente al colegio, con los libros, los madrugones y el frío.
S.
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