febrero 10, 2013

El Golpe de Gracia


Descansaba plácidamente aquella mañana, envuelta en mis sábanas agradeciendo el calor del radiador que había al lado de la cama, cuando el repentino vibrar del teléfono me sacó de mis sueños. Con los ojos todavía cargados de sueño alargué la mano para mirar, extrañada, quien osaba despertarme tan temprano. Todo mi cuerpo se paralizó al tiempo que se quedaba frío y nervioso, con mis doloridos ojos fijos en la brillante pantalla que no dejaba de moverse a causa de los nervios que campaban a sus anchas por mis manos.

Mientras contestaba tímidamente para ocultar mi inquietud, notaba como mi compañero se removía inquieto en la cama intentando saber que pasaba. Solo escuchaba un tímido llanto al otro lado del teléfono, que precedía a explicaciones acompañadas de "no tienes que preocuparte" completamente carentes de sentido.


Con el corazón roto tras colgar la llamada y petrificada en la cama, mi vida pasaba ante mis ojos como si de una película se tratase, pero de forma caótica y sin más música que la lluvia al estrellarse contra las ventanas impulsada por un fuerte viento.


Rápidamente, salte de la cama y salí corriendo hacia el ordenador, llevando conmigo un cenicero y mis cigarrillos. Tenía que reservar un vuelo lleno de impedimentos. El viaje no fue fácil, a pesar de mis intentos por sosegarme. Era un viaje que tenía que hacer con el único apoyo de la música y mis pensamientos, pero a la vez, sabiendo que tenía una carga encima muy grande que tardaría tiempo en soltar.


Cuando toqué tierra pensé "no ha sido tan difícil, seguro pronto me dirán lo que necesito: "no te preocupes, todo va a salir bien". 

En su lugar, encontré una incómoda y fría bienvenida de no saber que hacer por un lado y por otro, una mirada de pena y compasión ante lo que se avecinaba. 

Con casi una hora de coche por delante y tras una charla trivial que consiguió relajarme bastante, intenté seguir el resto del trayecto del mismo modo sin éxito alguno. Su forma fría, tajante y desesperada de frenarme denotó una tristeza devastadora ante la futura pérdida de algo muy preciado.


En ese momento, el ambiente dentro del coche se hizo denso, helado y de no fijar la vista al frente, hubiese jurado que hasta las ruedas se habían parado. Su compañera, hizo un gesto de desaprobación mientras yo trataba de salir del paso con la misma brusquedad que me había mostrado, haciéndole ver que mi despreocupación solamente me preparaba para lo peor.


Cuando llegamos al hospital, mi taquicardia y nerviosismo llevaban la voz cantante acompañados de una ausencia total del resto de mis sentidos. Recibí un buen mazazo ante la situación que me encontre,  debido a la ausencia de noticias que había tenido sobre él. Procure resistir como hubiese esperado de mi y durante esa noche y la siguiente aguante. Nada importaba ya. El mundo se había parado y ya tendría tiempo de volver a darle cuerda si decidía no volver a hacerlo por su propio pie.


La noche siguiente es la más larga que he vivido hasta el momento, con el corazón en un puño, empapada de cada segundo, de cada conversación, sensación e imagen que se sucedieron allí. 

Y sin duda, el momento que se mezclaría en cualquier película o serie como conclusión de una tensión prolongada, sucedió cuando salía del ascensor, obligándome a salir corriendo por el pasillo en busca de información ante el carro de paradas que había en la puerta del fondo, donde habíamos pasado toda la noche que ya se había convertido en la mañana siguiente. Había terminado todo para él. Por fin era libre del dolor y el pesar que había arrastrado con aquella enfermedad durante dos largos años, acompañados de una entereza y una fortaleza dignas del más alto caballero de los libros de fantasía. Por fin había terminado parte de mi camino y podía permitirme esa última licencia de desahogarme antes de asumir la entereza que fuera necesaria en los días venideros.

Después de aquel día, solo tengo vagos recuerdos que van y vienen a conveniencia dejando en mi mente imágenes de conocidos, familiares y amigos que en el vago intento de reconfortarnos, terminaban siendo ellos los reconfortados.


Tras aquellos frenéticos días, quedó lo más duro, aprender a vivir con ello o más bien "sin él". 


Pero quien sabe si por caprichos del destino o de nuestra propia cultura, es un camino muy largo y difícil de recorrer, ya que los pobres despistados e incluso los bien informados no cejan en su empeño de reconfortarte durante el primer mes como si la vida les fuera en ello. No es algo malo de no ser por la falta de "adaptación" entre ese mes y el siguiente, ya que si el primero te debates entre coger el móvil, el fijo o abrir la puerta, durante el siguiente, con suerte pasará alguna de las cosas anteriormente mencionadas; y eso queridos míos es el golpe de gracia:


Aquel que te hará pasar noches en vela entre llantos, sollozos, pesadillas y sueños incomprensibles 

Que te hará mirar a la gente con otros ojos tras una sonrisa agridulce como respuesta a un "que le vamos a hacer".
Que desearás llevar en tus manos para romper la compasión con la misma fuerza con la que a ti te dio aquel día.
Que te ayudará a levantarte una vez más, aprendiendo a vigilar todas las piedras del camino, hasta que sea necesario caerse de nuevo.

Y a pesar del tiempo, mis buenos deseos irán allá donde te encuentres velando por nosotros hasta que nos volvamos a ver.


S


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